Y esta vez también lloré, como hago en cada ocasión en que tengo el placer de verla. Lloré por un amor fugaz pero eterno, el que da sentido a toda una vida. Lloré por una pasión, que quedó inalterada durante décadas, sin padecer los desperfectos que, posiblemente, hubieran causado el día a día y el estilo de vida diferentes de los protagonistas de la relación. Lloré por la desgarradora decisión de Francesca, por el sufrimiento de Robert y por el descubrimiento de una madre, tardío, por parte de unos hijos que la creían distinta. Me emocioné porque "...esa clase de certezas, sólo se presentan una vez en la vida...", como muy bien expone el protagonista masculino.
Pero la maravillosa película de Eastwood, adaptación de la preciosa novela de Robert James Waller, que leí, lógicamente, entre lagrimas, hace ya muchos años, nos abre un abanico infinito de detalles a los cuales agarrarse.
Hay una frase en especial que refleja mi manera de pensar: "...los viejos sueños eran buenos sueños, no se realizaron pero me alegro de haberlos tenido...". Quien me conoce sabe que me gusta más la expectativa que genera un acontecimiento a punto de ocurrir que vivir el acontecimiento en sí, que me conformo y me produce felicidad el saber que algo hubiera podido ser, aunque, luego, no haya sido y que, en ocasiones, amo más la trama que el desenlace. Alguien me podría considerar una persona poco ambiciosa y conformista: tendría razón en el primero de los casos, pero en ningún caso en el segundo porque nunca soñar ha sido sinónimo de conformismo, sino de libertad de la mente, independencia de la imaginación, autonomía y emancipación de los sentimientos, en definitiva libre albedrío en la gestión de las emociones.
Otro punto a destacar es la omnipresencia de la luz durante toda la película y relato: "...la luz estaba cambiando..." oímos decir al fotógrafo. Esto me permite volver a enlazar con el hilo conductor del blog...el color del día, las variaciones de luz que influyen en nuestro ciclo vital y en nuestras sensaciones. A este propósito os aconsejo echar un vistazo a la página web de una excelente fotógrafa cuyo nombre es Isabella Balena. Profesional comprometida con su trabajo y con los temas que ha fotografiado. Reportera incansable, presente en todos los lugares del mundo donde había alguna noticia que hacernos llegar, ha mirado durante años por nosotros, a través de las lentes de sus cámaras. De aquí han surgido varias exposiciones y libros de fotografías. Si tenéis cinco minutos, mirad como emplea la luz Isabella en www.isabellabalena.net, una luz que, mientras cambia, nos habla de mujeres valientes, de lugares de la Segunda Guerra Mundial que han sido olvidados y que ella no quiere se olviden, de la vida cotidiana.
