martes, 12 de agosto de 2014

Viña Ilusión: una gestación de "9 meses y 7 días" entre los caminos sinuosos de La Rioja.


Desde siempre, todas aquellas personas relacionadas con la producción de vino, aceite y productos de la tierra en general, merecen mi más profunda admiración. Será por esto que algunos de mis mejores amigos, los que me esperan en la plaza de Petra, las mañanas de domingo, se dedican a estos menesteres. Lejos de parecerse a los actores de las bucólicas películas que, cíclicamente, nos propone la industria cinematográfica americana, tan envidiosa de nuestro estilo de vida mediterráneo, comparten con ellos la dosis de heroicidad y tenacidad que se necesita para llevar a cabo tan ardua tarea: poner sobre nuestras mesas el oro amarillo y el brebaje de los dioses, como si cayeran del cielo, listos para nuestro consumo, cuidándose mucho de no hacernos notar ni pesar las horas de trabajo que aquellos productos tan naturales y, aparentemente sencillos, han supuesto. Y así cada domingo saboreo un Llàgrimes blanques de Can Coleto, un Muscat de Miquel Oliver o un oli d’oliva verge extra de Can Font, poniendo en marcha, juntamente a los sentidos, una serie de emociones que llegan a mezclarse con los sentimientos, desembocando, inevitablemente, en una conexión perfecta con la tierra que habito, sus habitantes y los productos que elaboran.

No conozco personalmente a Gloria Plaza Medina, sino sólo a través de sus escritos y sus datos biográficos, pero  por sus palabras y por formar parte de la categoría que acabo de citar, los que viven en simbiosis con el olor a tierra mojada, a hierba recién segada, a los que miman una vid a la que le cuesta crecer, que vendimian incansables y estudian los diferentes frutos, con sus distintos aromas, para mezclarlos en una barricas olorosas a madera y aromas de otros tiempos, merece mi admiración. Todo este faenar tiene como objetivo ofrecernos la botella perfecta, la que abriremos el domingo al mediodía y, cuyo contenido verteremos en los vasos y en la mesa, manchando nuestra alma y nuestra ropa de alegría y euforia.

Viña Ilusión, en La Rioja, es el lugar que ha elegido Gloria Plaza Medina para regalarnos una nuevas experiencia para los sentidos. ¿Qué mejor nombre para crear un producto que nos pueda llegar al corazón? Y es que Gloria nos atrapa a través del gusto y el olfato con sus vinos y, utilizando sus palabras impresas, llega directamente a nuestras almas. He leído su novela “9 meses y 7 días” y durante toda la agradable lectura no he parado de hacerme la misma pregunta:

¿Cómo consigue esta escritora contarme una experiencia que yo ya he vivido, y atraparme en todo momento, sin dejarme posibilidad de escape?

¿Cómo se puede contar una cosa tan cotidiana como un embarazo sin caer en la retorica? ¿Cómo abordar un tema tan conocido por buena parte de la población mundial y mantener el interés?

Aquí reside la genialidad de la novela: aborda el argumento desde una perspectiva tan diferente a lo que consideramos habitual, tan opuesta a lo que estamos acostumbrados a oír en las conversaciones con nuestras amigas (donde el tema del embarazo y el parto aparece y desaparece con una facilidad pasmosa, volviendo con fuerzas renovadas en nuevas reuniones, como si nunca se hubiera abordado, como si al contarlo fuera la primera vez que nos oímos pronunciar la misma historia de siempre) y a la par tan identificable en un hecho conocido, que no podemos dejar pasar la ocasión para saber más. Creo que precisamente en esto reside el éxito de esta novela: el hecho de de que una historia que podemos reconocer como algo natural, algo que en algún momento le ha pasado a una amiga, a una vecina, a nosotras mismas, nos muestre una faceta distinta. Todo acompañado por la prosa impecable de la autora.

También es increíble cómo, página tras página, nos sentamos parte de un grupo y los amigos de Paula, la protagonista, se conviertan en nuestros conocidos y con ellos nos vayamos a cenar y de marcha, tomemos café o salgamos en Nochevieja. Por esto Rafa, Clarita, Chari, Elena y Sergio, pasan a formar parte de nuestra cotidianeidad y nos apetece acompañar a Paula o lo largo de su embarazo, atravesando con ella todas las etapas emocionales y fisiológicas de la gestación, como si no estuviéramos familiarizados con ellas, como si nunca hubiéramos oído hablar de un parto, como si no conociéramos a nadie que haya tenido un hijo. En esto reside la magia de la literatura de Gloria Plaza Medina, el poder convertir en único un hecho cotidiano de la misma manera en que es capaz de obrar el milagro de convertir un racimo de uva en un brebaje excepcional, todo con pasión y dedicación, haciéndonos creer que todo es posible. ¿Cómo no admirar una persona que sabe unir el arte de la viña con la literatura, y que sabe verter toda su pasión tanto en una botella como en una página en blanco? Enhorabuena Gloria: es para mí un autentico placer seguirte por los sinuosos caminos de tu región, hechizada por tu andadura literaria y vinícola.

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