lunes, 30 de diciembre de 2013

..."Si quiere volver a cenar conmigo, cuando las luciernagas estan volando..."

Ayer por la noche, volví a ver, por enésima vez la película "Los puentes de Madison", magistralmente dirigida por Clint Eastwood e interpretada por el mismo, junto a Meryl Streep.
Y esta vez también lloré, como hago en cada ocasión en que tengo el placer de verla. Lloré por un amor fugaz pero eterno, el que da sentido a toda una vida. Lloré por una pasión, que quedó inalterada durante décadas, sin padecer los desperfectos que, posiblemente, hubieran causado el día a día y el estilo de vida diferentes de los protagonistas de la relación. Lloré por la desgarradora decisión de Francesca, por el sufrimiento de Robert y por el descubrimiento de una madre, tardío, por parte de unos hijos que la creían distinta. Me emocioné porque "...esa clase de certezas, sólo se presentan una vez en la vida...", como muy bien expone el protagonista masculino.
Pero la maravillosa película de Eastwood, adaptación de la preciosa novela de Robert James Waller, que leí, lógicamente, entre lagrimas, hace ya muchos años, nos abre un abanico infinito de detalles a los cuales agarrarse.
Hay una frase en especial que refleja mi manera de pensar: "...los viejos sueños eran buenos sueños, no se realizaron pero me alegro de haberlos tenido...".  Quien me conoce sabe que me gusta más la expectativa que genera un acontecimiento a punto de ocurrir que vivir el acontecimiento en sí, que me conformo y me produce felicidad el saber que algo hubiera podido ser, aunque, luego, no haya sido y que, en ocasiones, amo más la trama que el desenlace. Alguien me podría considerar una persona poco ambiciosa y conformista: tendría razón en el primero de los casos, pero en ningún caso en el segundo porque nunca soñar ha sido sinónimo de conformismo, sino de libertad de la mente, independencia de la imaginación, autonomía y emancipación de los sentimientos, en definitiva libre albedrío en la gestión de las emociones.



Otro punto a destacar es la omnipresencia de la luz durante toda la película y relato: "...la luz estaba cambiando..." oímos decir al fotógrafo. Esto me permite volver  a enlazar con el hilo conductor del blog...el color del día, las variaciones de luz que influyen en nuestro ciclo vital y en nuestras sensaciones. A este propósito os aconsejo echar un vistazo a la página web de una excelente fotógrafa cuyo nombre es Isabella Balena. Profesional comprometida con su trabajo y con los temas que ha fotografiado. Reportera incansable, presente en todos los lugares del mundo donde había alguna noticia que hacernos llegar, ha mirado durante años por nosotros, a través de las lentes de sus cámaras. De aquí han surgido varias exposiciones y libros de fotografías. Si tenéis cinco minutos, mirad como emplea la luz Isabella en www.isabellabalena.net, una luz que, mientras cambia, nos habla de mujeres valientes, de lugares de la Segunda Guerra Mundial que han sido olvidados y que ella no quiere se olviden, de la vida cotidiana.

2 comentarios:

  1. "Como, através de um outro, concreto, de uma amor que existe, agente pode se dirigir
    para um auto-conhecimento, para um amor por si próprio, para um amor de transcendência ?
    O amor é como uma linha mestra que nos impulsiona para a união. A união com o outro, externo e a união com o outro interno. A união com a transcendência, a união com a totalidade da nossa personalidade mais profunda, da nossa essência. Isso porque o arquétipo é virtual, para se manifestar ele precisa ter um objeto, ele precisa ter um continente. Pode ser uma imaginação, pode ser muito abstrato mas em se tratando do amor, via de regra, ele é projetado, ele é depositado numa relação com uma outra pessoa." Os terapeutas Jungianos Maria Helena Guerra e Carlos Byington analisam o filme "As pontes de Madison" para explicar como a busca pelo amor mútuo é a tentativa humana de curar a natureza ferida pela separação do outro mas sobretudo pela separação entre aquilo que alguém aparenta ser e aquilo que se é profundamente." in Café Filosófico - Brazil.

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  2. Querida Valeria, no tengo palabras para expresar el honor que es para mí, tener una seguidora al otro lado del mar. Tu comentario enriquecedor, que llega de tan lejos, huele al salitre de la costa brasileña, a la espuma de las olas del océano que ha cruzado. Porque prefiero pensar que en vez de utilizar el canal de internet, llegaron a mí cabalgando una corriente en chorro subtropical, unos vientos que viajan en altura, de oeste a este, provocados por la rotación de la Tierra y las variaciones de temperaturas. Son serpenteantes, y una de estas pasa exactamente sobre Brasil, tu tierra. Científicamente hablando, sería un poco difícil utilizarla para llegar exactamente a Mallorca, tendría que enlazar con corrientes imposibles, un poco como hace mi hermano con sus vuelos. Pero en literatura todo está permitido y lo tomaremos como una concesión literaria, imaginando que mi mensaje también te pudiera llegar en una botella (saltando los obstáculos que conlleva un mar cerrado como el Mediterráneo, y luchando contra las corrientes que la llevarían mucho más al norte) varada en una playa blanca del Norte de Brasil, una de estas que he visitado a través de los libros de Jorge Amado. Hasta pronto.

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